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lunes, 1 de agosto de 2011

Si los hoteles hablasen...

Al entrar en la habitación de un hotel de lo primero que eres consciente es de que no estás en tu habitación. Si, puede parecer obvio, pero el hecho de que jamás el espacio será tuyo se termina confundiendo en ser un refugio para las grandes intimidades.

La disposición de los mismos depende tanto de la cadena, como de la calidad y disposición de la habitación. Pueden ser con vistas a la calle, a patios interiores, a la playa o a la montaña. Con minibar escueto y gratuito a lujoso y llenos de sorpresas. Con cafeteras gratuitas y botellas de agua (patrocinadas por alguna escuela de negocios) a comprar en algún supermercado todo lo necesario. Con el cuarto de baño con placa de ducha a bañera con hidromasaje. Con armarios pequeños donde cabe bastante poco a grandes que incluyen copas para brindar.

Pero el hotel no es sólo un lugar de descanso. El hotel es, por excelencia, el negocio de los negocios. Si. Puede haber negocios que se esconden en hoteles...y hoteles que esconden negocios. La historia del capitalismo reciente más completa está escrita en las paredes de los hoteles de todo el planeta. Me explico.

Hay desde hoteles para las élites de primera, segunda y sucesivas hasta hoteles para las clases más bajas. Pero ya no se trata del precio. Si analizas las relaciones laborales que hay en los hoteles, resulta un esquema bastante básico de lo que es el capitalismo: las que más trabajan son las clases más bajas, las altas suelen ir a disfrutar. Y claro, hay hoteles donde las clases bajas disfrutan...pero las que trabajan siguen siendo clases bajas. El servicio es el servicio.

De las clases más bajas que trabajan en hoteles, en el colectivo de las mujeres destacan las limpiadoras y prostitutas: encaja en el esquema básico de la explotación de la mujer. Pero en algo ha "mejorado" el capitalismo hasta la fecha: como ya tienen formación, se les contrata en puestos de recepción (y a veces incluso dirección) pasando a ser un rango menos exclusivo del hombre.

En el caso del hombre, hay una profesión servil a la par que denigrada que es exclusiva del mundo hotelero: ser "el botones". La imagen que se nos viene es el del traje que le da al botón del ascensor y con la misma mano, con guante blanco, te pide la propina. El que te lleva la maleta para que tú no hagas nada. El que está pendiente de ti. Tu siervo. Pero un "botones" igualmente podría ser un "recepcionista". De hecho el concepto de "botones" nos resulta bastante anticuado, ¿verdad? Pasa como con el concepto de "esclavo": las relaciones de poder están disfrazadas en eufemismos. Cosas del lenguaje.

Pero ya no es sólo por la relación laboral o por lo lujoso que pueda ser un hotel, también muchos de sus usos están directamente relacionados con el mundo empresarial o financiero. También con el aspecto sindical, o con acuerdos políticos. Con traiciones y conspiraciones. Con "cuernos" o declaraciones de amor. El lugar es lo de menos: desde una sala de conferencias, la propia barra del bar, los pasillos, las habitaciones, el gimnasio o alguna sala de descanso.

Y es que algún día, los historiadores se darán cuenta que la historia de la sociedad moderna no está en los museos. Está en los hoteles, en los hoteles todo el mundo.

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